Aires musicales

Aires musicales

Los Conciertos de la Estufa son otro de los acontecimientos que nos hacen sonreir al pensar en la suerte que tuvimos en recalar en Portillo. Estas líneas son nuestro pequeño homenaje a quienes la hacen posible. Gracias.

Érase una vez un grupo de amigos, músicos todos ellos, que decidieron compartir su pasión por la música con el resto del mundo. Corría el año 1999 cuando comenzaron, con no poco esfuerzo, los conciertos de la Estufa en las antiguas escuelas de Arrabal de Portillo.

Ya sólo su nombre nos calienta, calor del bueno, del que te enciende el alma. Y nos evoca los inviernos lejanos de la infancia, todos alrededor de la estufa de la abuela. Y es que lo familiar, lo cercano, está siempre presente en cada concierto. Una suerte de energía generada en parte por el lugar, una escuela de las de antaño, con grandes ventanales y una estufa de piñones que hace que esas frías noches invernales de la Tierra de Pinares castellana, sean apenas una lejana evocación. Y, como si estuviéramos en nuestra propia casa, la actuación se interrumpe para reunir al público en torno a un vinillo y unas zapatillas, esos famosos mantecados portillanos, excusa para estirar las piernas y charlar un rato.

Pero además la Estufa presume de público, personas de toda edad y condición que se reúnen atraídos por la atractiva programación, sin ningún tipo de prejuicio. Quizás sea este hecho el que facilite la fluida interconexión entre músicos y auditorio. Rara vez se ha visto, viernes tras viernes, público tan cómplice y entregado.

Los propios artistas que comparten su música acaban siendo parte del embrujo estufero. Músicos, a menudo de primera fila, de los más variopintos estilos: jazz, flamenco, música caribeña, africana, tango, rock, música de autor…  de todo un poco y sin perder de vista lo que se cuece por estos lares. Y una programación única para los niños… ¡no se puede pedir más!

La Estufa no está dispuesta a morir de éxito. Quiere mantener su encanto, en ese lugar mágico y con esas condiciones. Y también su filosofía: amar la música y compartirla. Nosotros ya no podemos pasar nuestros inviernos sin los conciertos de la Estufa. Ya lo decíamos, calorcito del rico. No contamos más… hay que vivirlo.


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