No es solo comida, es cultura
Categoría : Blog
Cada vez que visitamos Italia y nos adentramos en su bulliciosa cotidianeidad, nos damos cuenta de cómo la comida trasciende la mera necesidad vital hasta convertirse en el acto social por excelencia. Algo que es propio de todas las culturas se transforma en la Italia merdional en un marcado ceremonial en torno a una reunión familiar, a una celebración o a una época del año. El ineludible ritual del fabuloso café italiano para recibir a cualquier persona en casa propia; la deliciosa pizza margarita en torno a la cual se reúnen un grupo de amigos cualquier noche del año; el “ ´o pere ´o muso” (generalmente pies de cerdo y morro de vaca cocidos, servidos en trocitos con sal y limón) disfrutado de pie y con las manos en uno de los numerosos puestos callejeros de Nápoles o alrededores; sin olvidar los variados platos de pasta con marisco rodeados de infinitos acompañantes a base de verduras de la rica huerta vesubiana, siempre diferentes, caseros, sorprendentes, exquisitos…
Pero para nosotros, como no podía ser de otra manera, la tradición de los quesos de pasta hilada es una de las más vibrantes y elocuentes. Muchísimos platos cotidianos tienen como ingrediente indispensable este tipo de quesos. Pero también se comen solos, como entrante o postre, o para “fare uno spuntino”, nuestro picoteo.
El despliegue lácteo en algunas tiendas de barrio nos hace emocionarnos. Es muy habitual, por ejemplo, que los italianos compren mozzarella para ser consumida ese mismo día o, como mucho, al día siguiente ¡cómo si fuera un pan! Se sirve en un plato, a temperatura ambiente, reinando sola, sin ninguna compañía. Se parte con un cuchillo o se desmenuza con dedos impacientes. Y mientras la saborean, debaten sobre la calidad de la misma, sobre el tipo de leche, sobre la quesería que la produce, exponiendo cada miembro de la familia sus preferencias. Y se recorren kilómetros con el fin de conseguir esa mozzarella especial de esa quesería particular, para poder degustarla los días de fiesta.
Los actos cotidianos desprenden en muchas ocasiones un simbolismo apabullante. Una simple bola de queso fresco nos remite a la tradición secular, a la tierra que acoge y nutre las numerosas granjas de vacas y búfalas, al trabajo diario de los queseros, a los sabores de la infancia. Nos recuerda que la comida es una complicada red de pensamientos, actos y emociones y que es imprescindible saber qué comes y por qué. Nuestra alimentación es fiel reflejo de nosotros mismos y de nuestra cultura. ¡Ahí es nada!