Alimento cercano, comunidad feliz
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“Comer es un acto agrícola”, afirmó el agricultor y poeta estadounidense Wendell Berry en su ensayo de 1989 The pleasures of eating. Si comer es un acto agrícola, elegir un determinado producto y no otro, es sin duda una aportación a un desarrollo económico más justo. Y producir y vender local es un acto gastronómico y ,todavía hoy, revolucionario.
En toda Europa, las cadenas de suministro de alimentos son largas y complejas por lo que los consumidores desconocemos por completo la procedencia de los ingredientes de nuestra comida. La naturaleza globalizada de la producción de alimentos y el monopolio industrial crea un distanciamiento físico y psicológico entre el consumidor y el productor, entre lo que comemos y el lugar del que procede. En este contexto global, el consumo de cercanía de productos alimentarios no solo tiene beneficios para el individuo en términos de frescura y sabor sino que también ofrece numerosas ventajas para la comunidad en su conjunto:
Uno de los mayores impactos es su capacidad para impulsar la economía local. Cuando los consumidores eligimos comprar productos alimentarios de productores locales, estamos inyectando dinero directamente en nuestras comunidades. En Europa, la Fundación para la Nueva Economía (NEF), centro independiente de estudios con sede en Londres, comprobó que cuando la gente opta por la compra local de su comida, se queda en la comunidad el doble de dinero que cuando compra productos industriales. Estos ingresos adicionales pueden tener un efecto dominó, beneficiando a otros negocios locales y creando empleo dentro de la región. Además, al reducir la dependencia de grandes cadenas de supermercados, se fomenta un ecosistema económico más diverso y resiliente.
Consumir cercanía es reducir la huella ambiental. La producción y distribución de alimentos a larga distancia conlleva una considerable cantidad de emisiones de carbono debido al transporte. Pero además, las cadenas cortas de distribución permiten utilizar menos envases que los supermercados, con lo que se reduce la cantidad de recursos no renovables empleados; consumen menos energía en el almacenaje, porque los productos son frescos y de temporada, y están basados en cultivos y productos de origen animal que están adaptados al medio ambiente local y son parte integrante de los ecosistemas locales, lo que contribuye a mantener la biodiversidad. Al ser más estrecho el vínculo entre los productores y los consumidores, muy a menudo éstos están informados de los métodos de producción y reclaman unas prácticas que fomenten un medio ambiente sano.
Los alimentos frescos y de temporada son una parte fundamental de una dieta saludable. Al comprar productos cercanos, los consumidores tienen acceso a productos recién cosechados, que son más nutritivos y tienen un sabor más auténtico que aquellos que han tenido que viajar largas distancias antes de llegar a la mesa.
Conocer a los productores, ya sea directamente o a través de la tienda o restaurante que vende sus productos, construye relaciones y fortalece los lazos dentro de la comunidad, fomentando un sentido de pertenencia y colaboración.
En un mundo con más de 8.000 millones de personas, la producción y la comercialización de los productos alimentarios es ya un reto ineludible del que dependen muchas de nuestras elecciones no solo nutricionales, sino también de salud, de sostenibilidad, de equidad y de desarrollo justo a las que todos nos enfrentamos.
Desde nuestra quesería en Tierra de Pinares, fomentamos este modelo de producción y consumo, mimamos las relaciones con todos nuestros clientes con el convencimiento de que aportamos salud, sostenibilidad y equidad a nuestra comunidad local. Gracias a todos los que apoyáis nuestra labor.